Pedro Sosa tenía 18 años cuando una máquina de moler le arrancó la pierna. Su vida cambió a partir del accidente y comenzó a recolectar basura para llevar el pan a la mesa. “No hay que dejarse caer, hay que tener fe”, expresó.
Resiliente, sin duda, ese el adjetivo que mejor describe a Pedro Sosa. Tenía apenas 18 años cuando un accidente laboral le cambió la vida y desde ese momento se puso a cartonear para llevar el pan a la mesa. Después de cuarenta años, logró montar un emprendimiento para reciclar la basura de su pueblo en Córdoba y hoy alienta a quienes atraviesan situaciones difíciles.
“No hay que dejarse caer. Hay que tener fe y buscar la manera porque la vida siempre te da la posibilidad para seguir adelante”, dijo.
Corría el año 74 y Pedro -que había cumplido recién la mayoría de edad- había comenzado a trabajar en una fábrica de minería. Él se encargaba de manejar la máquina de moler piedras hasta que una tarde protagonizó un devastador accidente: “Fue terrible. Me caí adentro del aparato y me arrancó la pierna”.
En ese momento se le vino el mundo abajo. Entre el trauma y la angustia, no sabía bien cómo sobreponerse a lo que le había pasado. A eso se sumó que, luego del accidente, se quedó sin trabajo y en ningún lugar lo tomaban por su discapacidad. Fue el amor y la contención de su familia lo que lo llevó a enfrentar la situación: “Fue difícil, no es lindo para nadie acostumbrarse a estar sin una pierna, pero con ayuda de mis seres queridos fui saliendo adelante”.
Pedro recolectó durante 40 años en su pueblo con su carrito tirado a caballo. (Foto: Gentileza Belén Sosa)
Un año después se casó con Juana y tuvo su primer hijo, lo que llevó a que empezara a hacer changuitas: “El sueldo de ella no alcanzaba y había que darse maña. Juntaba botellas y cartón, hacía fletes y vendía leña”.
Sin embargo, en los años siguientes, llegaron otros siete hijos y todo se tornó más complicado: “A partir de ahí fue distinto. La vida era dura, había días que se sacaba poco o nada. De juntar algunas botellas pasamos a armar un carrito con caballos. Con mi señora laburamos de eso 40 años porque lo importante era poder darles de comer y llevarlos a la escuela”.
“Crecimos en una familia muy humilde, mi papá carrero de toda la vida se la rebuscó siempre. Su principal oficio era la recolección. Juntaba todo, hasta chatarra, todo lo que pudiera darle un peso y le permitiera traer el pan en su vuelta a casa”, contó Belén, una de las hijas.
En ese sentido, expresó: “Para mí es ese ejemplo de todo lo uno aspira a ser, como ser humano y como padre. Hoy, ya siendo una adulta, puedo ver todo el sacrificio que hizo por nosotros, algo que de niña no supe ver. Porque para mí él siempre fue perfecto, no noté jamás una discapacidad, era tan normal verlo andar, salir a trabajar todos y cada uno de los días, con soles, lluvias o fríos, entonces para mí la palabra ‘incapacidad’ nunca encajó en él. Crecí viéndolo encarar la vida y siempre con una sonrisa”.
Pedro y su familia. (Foto: Gentileza Belén Sosa)
“El Rengo”, como lo conocen en Berrotarán, una localidad de Río Cuarto que cuenta con menos de 7000 habitantes, pasó 40 años cartoneando y hace nueve surgió una oportunidad única: una empresa descartaba maquinaria y Pedro pensó que con ellas podría armar su propio centro de reciclaje.
Sin pensarlo, uno de sus hijos apostó al proyecto y colaboró económicamente para su padre pudiera comprar esas prensas para trabajar el plástico, el cartón y el vidrio. “La municipalidad nos brindó el galpón y en un principio dos de mis hijas trabajaban conmigo hasta que pude contratar a dos personas”.
“Un día la vida le regaló esa oportunidad que con muchísimo sacrificio lo logró. Como siempre, como toda su vida, le puso el alma y formó esto tan grande y tan hermoso que hoy tiene”, remarcó Belén.
(Foto: Gentileza Pedro Sosa)
También, con el tiempo, pudo comprarse un vehículo que mejoró el traslado de las cosas: “Esta empresa que formó le permitió adquirir un vehículo y darle a su caballito, al que tanto ama, su merecido descanso”.
Desde ese momento, recicla cartón, papel, plástico, vidrio, tergopol, aluminio, chatarra, y todo lo que se pueda reutilizar. “Tenemos canastos distribuidos por el pueblo para que los vecinos lleven las cosas. Yo paso una vez por semana y limpio, selecciono porque tenemos que separar por color y material. Otros directamente lo traen para el galpón”, precisó. Una vez listo, todo el producto lo vende a San Juan y a Buenos Aires.
“Yo soy un agradecido de la vida. La gente del pueblo me ayudó mucho porque había que buscar la manera de salir adelante. Con esto, sé que colaboro, me siento útil y siento que es importante cuidar el ambiente”, manifestó.
Hace nueve años, Pedro logró montar su centro de reciclaje en Berrotarán, única en el lugar. (Foto: Gentileza Belén Sosa)
A lo largo de todos estos años, aconsejó a muchas personas que estaban viviendo su misma situación, o incapacidades similares: “Siempre les digo que tiren para adelante, que no aflojen. Se puede seguir, de una forma u otra, hay que buscar la manera”.
Hoy, Sosa está jubilado pero, ante la crisis, asegura que es imposible dejar de recolectar: “Mientras pueda, sigo. Aunque ahora estoy un poco viejo y con una sola pata no es fácil, pero sigo trabajando porque la jubilación sola no alcanza. La Argentina está tan mal económicamente que hay que seguir porque sino es difícil”. “Es eso un sinónimo de voluntad, fuerza y resiliencia. Eso que este mundo tanto necesita”, concluyó la hija.
Por Agustina Sturla para TN Sociedad