“No sabés lo que es dormir y despertar pensando en tu hijo muerto”, disparó Lidia Rodríguez en el comedor de su casa, en barrio Parque Vera de la ciudad de Santo Tomé. Es la mamá de Ayrton Díaz, un joven de 21 años que trabajaba en Franck y fue asesinado en septiembre de 2021.
Por su crimen está presa quien había sido su pareja, Lourdes Seniquel. Ella tiene ahora 20 años pero contaba con 18 la madrugada trágica. Días atrás, la mujer pidió el beneficio de la prisión domiciliaria y la Justicia se lo negó. Ahora, la cámara deberá resolver sobre la apelación presentada por su defensor, en una audiencia que se realizará en los tribunales santafesinos.
En la mesa, junto a Lidia están sus “pilares”, su hermana mayor, María, y la menor, Luciana.
“Mi hijo era una persona maravillosa. Todos lo querían. Él trabajaba en una conocida pollería de la localidad de Franck. Viajaba todos los días. Llegaba y se iba para el merendero. Ahí ayudaba para darle la copa de leche a los chicos. Jugaba mucho con ellos. Era uno más y nos hacía renegar. En sus ratos libres hacía changas, cortaba el pasto y atendía su propio kiosco”, contó la mujer al borde del llanto al recordar.
Lidia reconoce que no aprobaba la relación con Lourdes. “Nosotros somos pobres, humildes, pero muy honrados. No me gustaba el entorno de esa chica”, dijo.
Lidia y sus “pilares”, sus hermanas María y Luciana. Crédito: Manuel Fabatía.
“Ayrton vivía en Villa Adelina. Su papá le prestó una casa cuando se juntó con Lourdes. Tuvieron una relación por cuatro años. Por vecinos y amigos, nos enteramos después de los maltratos que él sufría de parte de ella. Le pegaba, lo celaba, lo acosaba. Varias veces se separaron, pero él siembre volvía. En la última oportunidad lo vi muy decidido a terminar. El siguió viviendo en su casa, porque ahí tenía el kiosquito, y ahí lo mataron”, se lamentó la mujer.
Noche trágica
Sobre las horas más tristes de su vida, esa madrugada del sábado 25 de septiembre de 2021, contó que aproximadamente a las 3 fue despertada por su hija. “Mi nena me agarra y me dice que le habían prendido fuego a la casa de Ayrton. Levanté a mi pareja y me llevó hasta allá, a unas 20 cuadras. Efectivamente la construcción se estaba incendiando. Entró mi marido y fue a la pieza. No se veía nada. Con la luz del celular fue hasta la cocina y ahí lo encontró. Salió y nos dijo: ‘No entren’. Con mi hija nos metimos corriendo, porque ya sospechábamos lo peor. Ayrton estaba en un rinconcito. Cuando lo agarré en mis brazos ya estaba frío. Busqué y no encontré cómo lo habían matado. Lo apuñaló en el cuello, le cortó la aorta”, relató.
Ayrton Díaz de 21 años fue asesinado en septiembre de 2021. Crédito: El Litoral.
“Cuando mis hermanos fueron a buscar las cositas de mi hijo -resaltó- pudieron ver las manchas de sangre en las puertas, manotazos desesperados. Evidentemente él trató de salir para pedir ayuda, pero quien lo mató bloqueó las puertas para que quede encerrado y se desangre. No tenían llave. Luego, le prendió fuego al lugar para ocultar rastros”.
Lidia no tiene dudas de que Lourdes es la autora del crimen. “Esa noche ella lo llamaba con insistencia y él estaba con un amigo, que trató de convencerlo de que no vaya a su encuentro, pero fue igual. En una cámara de vigilancia de la zona, se comprobó que ella estuvo por ahí, porque se la ve andando en su bicicleta esa madrugada. Además, cuando allanaron su casa no apareció ninguna de las prendas de vestir que tenía puesta, según se ve en las imágenes. Hasta las zapatillas desaparecieron. Tampoco nunca apareció su teléfono celular, ni el de Ayrton”, acentuó.
Lourdes tiene hoy 20 años y permanece tras las rejas, acusada del hecho. “Ella pidió otra vez salir con prisión domiciliaria, pero nosotros no queremos que salga. Exigimos que le dicten la prisión perpetua”, se quejó Lidia.
Luciana, tía del joven asesinado, añadió: “¿Por qué ella va a tener derecho de estar en su casa, con su familia, abrazar a su madre, a sus seres queridos; mientras nosotros tenemos que ir a un cementerio y sólo podemos ver una lápida fría. No podemos ni tocar a mi sobrino”.
“Nos vamos a concentrar en la plaza de tribunales para reclamar. Es la tercera vez que pide la domiciliaria, pero es algo que no puede pasar”, agregó.
En el merendero, Ayrton (con la camiseta de Colón en la foto) ayudaba para dar la copa de leche a los pequeños, pero “era un chico más”. Crédito: El Litoral.
“Pedimos que la gente nos acompañe. Somos la voz de mi sobrino. Para que no siga pasando cosas así. Hay muchos hombres que sufren situaciones de violencia por parte de mujeres y no se animan a denunciar por vergüenza. El caso de Ayrton tiene que servir para eso”, enfatizó María.
Extrañar
“Los chicos del merendero lo extrañan. Cuando me preguntaron cuándo iba a volver Ayrton, les tuve que decir que se había ido al cielo. No entendían nada, pero qué les podía decir a esas criaturas. Esa mujer destruyó más que una familia. No sabés lo que es ir todos los días al cementerio y no poder tocarlo. No sabés la bronca que tengo”, expresó en un grito ahogado por lágrimas, una “explosión” difícil de contener.
Desde que murió su hijo, ella no dejó de ir al cementerio ni un solo día; con sol, con lluvia, a la mañana, a la siesta, hasta los feriados. A veces le habla por una hora, a veces más.
“Yo espío por la ventana a la hora que él volvía de trabajar, cuando lo esperaba con la comida. Y por ahí caigo. Me levanto y en seguida me acuerdo de todo y me caigo otra vez… y lloro y a veces no quiero que me vea así, porque a él no le gusta verme llorar. Pero no tengo más fuerza para seguir. Estoy muerta en vida. Es lo peor que te puede pasar que te maten un hijo”, dijo la mujer.
Ayrton ayudaba para darle la copa de leche a los chicos. Crédito: El Litoral.
“Ayrton era un chico bueno. Lo único que hizo mal fue cruzarse con esa mujer. Varias veces había intentado dejarla y terminaba volviendo. Estaba decidido esa vez. En más de una oportunidad apareció lastimado y buscaba excusas… una vez ella lo apuñaló en la pantorrilla. A nosotros, él nos dijo que se había caído de la bici. Nunca habló mal de ella”, concluyó la mamá.
“¿Por qué ella va a tener derecho de estar en su casa, con su familia, abrazar a su madre, a sus seres queridos; mientras nosotros tenemos que ir a un cementerio y sólo podemos ver una lápida fría. No podemos ni tocar a mi sobrino”. Luciana, tía de la víctima.