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Owen Crippa presentó el avión repatriado con el que combatió en las Islas Malvinas

Owen Crippa tiene 74 años, es piloto aeronaval de la Armada Argentina, veterano de la Guerra de Malvinas, nació en Sarmiento (Las Colonias) y vive en Sunchales.

Desde que el conflicto bélico se diluyó el junio del ‘82, él sigue en combate, comunicando y reafirmando la causa Malvinas y su compromiso, valentía y convicción lo llevaron a hacer cosas enormes.

En la actualidad, el héroe sigue contando lo que enfrentaron con sus compañeros en Malvinas, pero con un tinte especial: desde un hangar del Aeroclub de Sunchales Crippa se ríe, emociona y recuerda historias junto a una de las piezas icónicas de aquella guerra, la aeronave Aermacchi MB-339 que lo ayudó a enfrentar a los ingleses en ese frío mayo de 1982 y que posguerra había sido vendida a Estados Unidos.

El ex combatiente habló con El Litoral, rememorando el conflicto bélico, su misión en Malvinas, la recuperación del Aermacchi y su combate día a día en el reclamo por la soberanía sobre las Islas.

Recuperarlo, sin un rasguño

En el año 2000 la Armada Argentina estaba desbastada, pero había una responsabilidad para atender una cuestión patriótica, cumplir la Campaña Antártica. No había dinero para poner en condiciones los helicópteros sikil y realizar la misión; un comprador estadounidense propuso el intercambio de 3 aviones -entre esos el Aermacchi de Crippa- por repuestos y así es como la aeronave termina en Houston.

“Este avión me acompañó a cumplir esa misión que sirvió para hacer ese relevamiento que fue extremadamente valioso para decirle a los ingleses ‘esto no es un picnic’, como dijeron ellos. ‘Acá estamos’, dijimos los argentinos”, remarcaba Crippa sobre la repatriación del Aermacchi.

“Cuando aterrizo luego de ver el desembarco inglés los mecánicos me preguntan si me habían tirado. ´Sí, me tiraron con todo, con fusiles, misiles, cañones’, les digo. Cuando lo van revisar el avión, no tenía ni un raspón. El Aermacchi estuvo en la pista, al intemperie, donde caían bombas y ni una lo tocó, ni un rasguño tiene”, decía el VGM.crippa

Inundado de emoción, Crippa vuelve a sentarte después de años en el histórico avión. Fernando Nicola.


Llega la guerra, aunque “no se pensaba” en ella

Previo al conflicto bélico Crippa cuenta que “estaba en la tercera escuadrilla naval de ataque volando con los aviones Macci. En enero del ‘82 me trasladaron a la 3ra de Ataque para volar aviones A-4. Yo recién empezaba a practicar en estos aviones y no tenía cumplidas las diferentes etapas de adiestramiento”.

“Al quedarme sin poder volar, hablé con Castro Fogg, mi comandante y planteé que quería que hable con el comandante de la primera para volver a la escuadrilla como pilotos adscritos. La respuesta que recibimos fue ‘no los necesitamos’, porque en ese momento no se pensaba en la guerra”, recordó Crippa.

Finalmente, el teniente de navío solicitó reunirse con el jefe máximo del grupo, el comandante de fuerza, capitán Martín y le planteó la situación. “Era jueves santo de 1982 y me dijo ‘pase Pascua con su familia y el lunes lo espero en Punta Indio’. Yo saltaba hasta el cielo”, apuntó.

“Señores están en la guerra”

Con 31 años, casado y con una hija, Crippa comunica a su familia la situación: “’¿Vos querés ir a la guerra?’, me preguntaba sorprendida mi esposa. Hablé con ella, y le recordé que nos entrenamos para esto. No lo desea, pero el militar se tiene que preparar para defender a la patria cuando lo necesite. Le pedí a ella que sea de acero, que sea el sostén de la familia”, contó el entrevistado.

Cuando llega a Río Grande, no lo querían dejar cruzar a Puerto Argentino ya que querían ir primero los pilotos de la escuadrilla. Con mucha insistencia, logró pisar ese suelo el 17 de mayo, Día de la Armada Argentina.

“Aterrizamos al atardecer, un desierto total en la turba y desconcertados no preguntábamos ‘¿por qué no nos vienen a recibir?’. De repente en el horizonte aparecieron dos Harriers y nos dieron la bienvenida con un buen tiroteo. Nadie había ido a recibirnos porque estaban en alerta roja, recibiendo el ataque”, recordaba Owen entre risas, “señores están en guerra”, dijeron con ese saludo particular.crippa

Nuevamente, el teniente de navío con su mano en el bastón del Aermacchi. Fernando Nicola.


La misión en solitario

El 21 de mayo de 1982, sobre el Estrecho de San Carlos, el cielo de las Islas Malvinas fue testigo de un acto que, más de cuatro décadas después, sigue latiendo en la memoria argentina: la mañana comenzaba con Crippa y su encargo de verificar si las fuerzas británicas habían iniciado su desembarco.

“Yo sabía que me iba a encontrar con buques, por eso pedí que me permitieran cambiar mis cohetes por bombas y acá sucede algo cómico” anticipa entre risas Crippa: “El que estaba en el comando tenía premura porque nosotros saliéramos, porque era urgente saber qué estaba pasando. Y me ordenan ‘solo ataque helicópteros y lanchones de desembarco’”.

La orden suponía que el piloto se enfrentaría a un peligro menor, pero obstinado y lógico, Crippa respondió al comando: “Los helicópteros y los lanchones están al lado de los buques. Si me dice que ataque solamente a ellos pensando que me expongo a un menor riesgo, el riesgo es el mismo. Y así despegué solo, ya que mi compañero tenía la rueda desinflada y no había energía para inflar”.Owen Crippa y su Aermacchi. Crédito: Fernando Nicola

El avión fue construido por una compañía italiana y pesa alrededor de 3000 kilos. Crédito: Fernando Nicola


El principio de navegación

Cuando el teniente de navío pasó las últimas defensas de Puerto Argentino le dieron fuego libre y kilómetros después se encuentra con combate, “visualicé un helicóptero incendiándose y tropa de infantería corriendo por el terreno. Supuse que eran argentinos y no les tiré, gracias a Dios fue así”, contó Crippa y detalló que “iba volando a una altura segura, protegido de los radares ingleses”.

El lugar por el que él quería entrar no tenía visibilidad por niebla, entonces decidió ir hacia el norte, a Cabo Leal donde no logra encontrar desembarco inglés. “En ese momento sentí algo extraño, no podía entender que no hubiera buques. Empecé a navegar hacia el estrecho, ahí está Bahía Sucia y esa parte es muy angosta, son 6 o 7 km no más, como el ancho del río Paraná”, graficó el piloto.

Allí, en Punta Roca Blanca, Crippa encuentra dos destructores ingleses estacionados: “Yo volando a 200 metros de altura veía perfectamente, ellos no me vieron y seguí volando. Un poco más adelante veo otro destructor, pero este navegando hacia la boca de la bahía. Después encuentro un helicóptero en vuelo estacionario y me preparo para atacarlo”.

Ataca, con un cambio en la mira

Cuando el piloto se posiciona y estaba listo para disparar, en una “maniobra frenética” visualiza a su izquierda la bahía, con una gran cantidad de buques, lanchones y helicópteros llevando toda la logística a tierra. “Cuando yo decido no tirarle al helicóptero y atacar al buque, mi avión sigue volando”, Crippa llevaba el Aermacchi a 500 km por hora y pensaba su táctica a velocidad récord.

“En una maniobra violenta, paso a metros del helicóptero inglés y ahí recién me ven; con mi avión empiezo a tirar G negativa para poder ponerlo en corrida de tiro”, explicaba técnicamente Crippa y agregó: “Ataqué primero con cañones a un grupo de soldados que iba a cubrir una posición de artillería, cayeron y afortunadamente no muere ninguno, me enteré años después que solo quedaron con heridas”.

Luego, apuntó contra las antenas de radar, radio y al puente de comando. Sobre el buque, lo último que lanzó son los cohetes. “En ese momento pensé, ‘si giro, me van a tirar’, entonces decidí volar a unos 10 metros sobre el nivel del mar entre ellos; si los iba esquivando a la altura de sus bordas y me tiran a mí, se van a pegar ellos. Eso me dio unos segundos para pensar cómo salir”, analizaba.

Salir esquivando misiles

El teniente de navío pilotaba pensando protegerse en una bahía mientras tomaba el bastón de mando con una mano y el asiento para eyectarse, con la otra. “Cuando paso el último buque, me lanzan un misil y tengo que hacer una maniobra de desenganche, que había estudiado pero nunca ejecutado. Pude esquivar el misil y supero la línea de buques. Desafortunadamente, otro buque inglés me esperaba”.

“Te imaginás, mi corazón estaba a mil revoluciones”, recuerda Crippa. “Giré hacia la isla, volé haciendo zigzag para evitar el tiro y no me tiraron porque seguramente desde ese buque no me vieron”. Mientras el piloto respiraba y se encaminaba hacia Puerto Argentino, volvió a arriesgarse y regresar al desembarco inglés para apreciar con precisión la cantidad de buques y registrarlos en su anotador.

Con esta información, el teniente de navío vuelve a la base y comenta a sus compañeros lo que estaba pasando, para luego mandar al ataque aviones de mayor capacidad de fuego, “durante ese 21 de mayo hubo un combate durísimo durante todo el día”, recordó.

“Por la soberanía y la paz”

Hoy, el VGM Owen Crippa sigue en combate, recuperó -junto a un gran equipo- el Aermacchi, lo compartirá con la comunidad y proyecta un museo interactivo. Esto no termina en la historia del avión, si no en el símbolo. “En el 2005 los que lo habían comprado, se ponen en contacto conmigo porque querían repatriarlo a un costo de 1 millón de dólares, era un robo”, contó el piloto.

Entre dificultades y enfrentamientos, Crippa no se rindió y “en el año 2015 nuevamente retomo la negociación a través de otros amigos y exactamente hace 3 años atrás, en marzo de 2022 un grupo de amigos de Sunchales, Osiris Trossero, Leonardo Collino y Dario Bolatti, me dijeron ‘Owen tenemos que traer el avión a Sunchales'”

“Con el gran apoyo de otro gran hermano de la vida, Ricardo Pradero, empresario en Estados Unidos y Europa, puso su empresa a disposición nuestra, realizaron todos los trámites y toda la logística para cargarnos el avión en un contenedor, pagarle al vendedor y mandárnoslo hasta el puerto de Montevideo”, contó sonriente el final feliz el VGM, que el enero pasado recibió el avión en Sunchales.

Misión Owen tiene el lema “por la soberanía y por la paz”: “Necesito que por la paz sigamos atendiendo este objetivo de lograr nuestra soberanía”, dijo el piloto y agregó que en este espacio buscan “que se preparen las futuras generaciones que van a ocupar cargos en cancillería, en embajadas”.

“Hay que gestionar con el gobierno nacional que los mismos cursos que se dictan exclusivamente en Buenos Aires, tengan un espacio en el interior del país”, concluyó el VGM sobre una de las tantas propuestas del museo interactivo.

Así, entre recuerdos imborrables y un avión que volvió ileso del fuego enemigo, Crippa transforma su historia en legado, invitando a los argentinos a no olvidar que la soberanía también se defiende con memoria, verdad y compromiso.

Fuente: El Litoral

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