Tres horas de celular al día, equivale a un año entero de vida cada cinco años, sin hacer otra cosa más que dormir y mirar la pantalla. ¿Queremos eso para los cerebros de nuestros hijos? El neurólogo y máster en Neurociencias, Hugo Valderrama, brindó una serie de recomendaciones para que el uso de estos dispositivos no se torne un problema para los más chicos.
No le puedo sacar el celular a mi hijo: medidas a tener en cuenta
- Dar el ejemplo: Hay neuronas llamadas “espejo” que aprenden por imitación. De nada sirven los consejos sobre el buen uso de estos dispositivos, si los niños ven que nosotros los padres hacemos justamente lo contrario.
- Utilizar aplicaciones gratuitas como “Family Link” para programar celulares de los hijos: Family link es una aplicación gratuita de google, que se baja de Playstore, se instala en el celular de los padres y de los hijos, así los padres pueden programar el tiempo máximo y horarios de uso del celular, limitar contenidos y que le soliciten permisos para instalar nuevas aplicaciones.
- Brindarles información: Hay que mantener conversaciones que expliquen cómo determinada tecnología puede ser útil y/o agradable con un correcto uso, pero que perderán muchos momentos de felicidad y bienestar, si quitan el tiempo para otros estímulos sanos y necesarios para sus cerebros.
- Supervisar los contenidos: impedir que se “bunkericen” en su habitación. Las pantallas deben ser de los padres, que les son brindadas a sus hijos como herramientas previas explicación de su uso, no de los hijos.
- Esforzarse por brindarles todas las alternativas posibles: Fomentar la inventiva, priorizando las actividades creativas. La familia de mi padre no podía comprarles juguetes, pero él me contó por ejemplo, como un palo de escoba podía ser su espada, vara mágica, lanza, bastón del rey, palo de karate… Los mundos no venían limitados y manufacturados en bandeja, su imaginación los creaba, esa inventiva la sigue teniendo hasta la actualidad. Lo mismo hicieron las generaciones sin videojuegos, donde no faltaron genios ni creativos, es obvio, pero “más” no es sinónimo de “mejor”.
Antes de comprarle el celular a nuestros hijos, plantearnos y respondernos estas preguntas permitirá planificar de antemano, con qué objetivos y límites se lo brindaremos:
¿Para qué?
Entretenimiento: aún no existe una realidad virtual, que emule los infinitos estímulos del ambiente que ingresaron por todos nuestros sentidos, e infinitas variables que lo modifiquen con nuestras acciones. Los videojuegos siguen siendo habitaciones de pocos centímetros, con estímulos infinitamente limitados, donde un software determina al consumidor que puede hacer, mientras pasa horas encerrado en ellas. Y si alguna vez emulan a la realidad, que una adicción a una tecnología no interfiera, en elegir si es ahí donde queremos pasar gran parte de nuestra vida.
Un dato a tener en cuenta: el 70% de los videojuegos involucran en su desarrollo u objetivo, violencia en diferentes grados, llegando a un nivel impensado por muchos padres que lo desconocen.
Comunicación: “la tecnología nos acerca a los lejanos, pero nos aleja a los cercanos”. Si reemplaza la comunicación que puede ser presencial, se esta restando lenguaje corporal, fluidez al hablar, expresiones, sensaciones físicas y lo más importante, la empatía que genera “estar” junto al otro.
Conocimiento: toda la información en nuestras manos, la clave es el filtro. No dejaríamos a un niño solo en una biblioteca para que lea cualquier cosa que agarre, tampoco debemos dejarlo solo en la red. Internet puede mostrarnos maravillas que de otra manera nunca alcanzaríamos, pero tambíen basura que tampoco alcanzaríamos. Explorar la red es maravilloso, partiendo por los provechosos accesos, que aporta a la enseñanza. Pero deben tener guías, para ello primero como adultos, debemos conocer los recorridos. Luego a medida que crecen, enseñarles a distinguir y diferenciar, paso previo y necesario para tener la libertad de elegir.
Reconocimiento: su búsqueda por sí misma en el mundo virtual, puede provocar una sobrevaloración de los demás, si es que solo observan expresiones de deseo totalmente alejadas de la realidad. Los espectadores que ignoran lo que pasa detrás de las pantallas, desconocen las necesidades, emociones y sentimientos de fondo, impidiendo que se forme cualquier red natural de apoyo y contención humana.
¿Por qué?
Si la respuesta es “porque todos lo hacen”, seguramente no estamos dando nuestro esfuerzo como padres. Cada persona y familia tiene sus propias necesidades, debemos analizar de forma evolutiva según cambien las circunstancias, que es lo mejor para nuestros hijos.
¿Para quién?
Las formas de educar a edades tempranas ante una frustración, un esfuerzo o una recompensa condicionan conductas futuras, la posterior capacidad de atención y aprendizaje.
A menor edad el niño, menos desarrollada tiene su capacidad de autocontrol. Las neuronas del lóbulo frontal, encargadas de frenar conductas impulsivas, se hacen más eficientes con el ejercicio. No es recomendable iniciar ese entrenamiento con estímulos potencialmente tan adictivos, como pueden serlo ciertas aplicaciones en el celular.
La diversidad infinita de estímulos que brindan a nuestras neuronas el contacto pleno con otra persona, la sociedad y nuestro planeta no son superados por pequeñas habitaciones virtuales.
Debemos mantener la esencia de las tecnologías, “técnica y ciencia”, como herramientas que nos ayuden a vivir en plenitud y libertad, no en su esclavitud. Si por nuestro mal uso dejan de ser útiles, nos inutilizan.