El sábalo que navega el río Salado es mucho más que un pez: es alimento, sustento económico y parte de la identidad ribereña santafesina. Sin embargo, un reciente estudio científico encendió una alarma sobre los riesgos ocultos que implica su consumo. Investigadores de la Universidad Nacional del Litoral y del CONICET detectaron en ejemplares capturados en el tramo inferior del río concentraciones de plaguicidas que figuran entre las más altas registradas a nivel mundial.

El trabajo, publicado recientemente en la revista científica Tecnología y Ciencia —de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN)—, analizó muestras de sábalos comercializados en puestos de pescadores artesanales de San Justo, Esperanza, Santa Fe y Santo Tomé, a partir de muestreos realizados en 2022.
En todos los casos, el 100 % de los peces contenía residuos de insecticidas, herbicidas y un fungicida. Entre los compuestos hallados se destacan el glifosato —clasificado como “probablemente carcinogénico” por la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer—, el glufosinato de amonio y la cipermetrina. Varios de ellos superaron los límites máximos permitidos por organismos internacionales y las dosis de ingesta diaria aceptable.

Altas concentraciones
“Debido a la falta de presupuesto, en la actualidad no estamos realizando nuevos análisis, pero nada indica que la problemática por el uso de los agroquímicos esté solucionada”, indicó Rafael Lajmanovich, del Laboratorio de Ecotoxicología de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional del Litoral.
“Las concentraciones de herbicidas polares detectadas en el músculo de sábalos del río Salado se encuentran entre las más altas registradas a nivel mundial”, advierten los investigadores en el informe, y remarcan que esta situación “plantea un panorama amenazador para la salud de las poblaciones humanas ribereñas y de todo el ecosistema”.

«Los resultados son contundentes: el riesgo para la salud humana es significativo y demanda la revisión urgente de las políticas públicas en torno al uso de plaguicidas y la gestión de nuestros ríos”, advirtió Lajmanovich. Manuel Fabatía
Más allá de los números, el estudio calculó el índice de riesgo alimentario (THQ) para distintos escenarios de consumo. El resultado fue claro: las poblaciones ribereñas y los pescadores, que suelen incorporar pescado de río a su dieta de manera frecuente, presentan un riesgo significativamente mayor que la población general. Aún más crítico es el escenario si se toma como referencia la frecuencia de consumo recomendada por el propio Ministerio de Salud de la Nación, donde el riesgo supera ampliamente el umbral considerado seguro por organismos internacionales.

Efecto acumulativo
El problema se agrava por la persistencia y el efecto acumulativo de estas sustancias, que no solo contaminan el agua y los sedimentos, sino que se concentran en los tejidos de los peces. El sábalo, al estar en la base de la cadena alimentaria y ser una de las especies más capturadas y consumidas en la región litoral, se convierte en un vector silencioso de exposición para comunidades que ya enfrentan situaciones de vulnerabilidad social, económica y alimentaria.
El estudio fue realizado por un equipo interdisciplinario del Laboratorio de Ecotoxicología de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas de la UNL y del CONICET. Estuvo encabezado por Ana Paula Cuzziol Boccioni, Rafael Carlos Lajmanovich, María Rosa Repetti, Andrés Maximiliano Attademo y Paola Mariela Peltzer, investigadores con una extensa trayectoria en ecotoxicología y seguridad alimentaria, cuyas publicaciones previas ya habían advertido sobre el impacto de los plaguicidas en los ecosistemas acuáticos del litoral argentino.
Los autores del informe remarcan que la presencia simultánea de múltiples residuos químicos aumenta el riesgo de efectos sinérgicos sobre la salud, especialmente en infantes y mujeres embarazadas. También advierten sobre la urgencia de revisar las políticas públicas vigentes y aplicar el principio precautorio en la gestión ambiental y sanitaria.

Salud pública
“Como en todas nuestras investigaciones, este estudio fue evaluado por pares expertos antes de su publicación. Esto significa que los datos sobre riesgo alimentario en poblaciones ribereñas no son opiniones, sino resultados validados científicamente que siguen las pautas internacionales de referencia en evaluación de riesgo alimentario, de distintas agencias internacionales como la USEPA, IARC-OMS, FAO/OMS-JMPR y EFSA, asegurando que los resultados estén respaldados por estándares científicos globales y comparables con las normativas más exigentes a nivel mundial. Nuestra intención es que la comunidad y las autoridades cuenten con información confiable para tomar decisiones en materia de salud pública y gestión ambiental”, explicó Lajmanovich.
En un territorio marcado por la expansión agroindustrial y el uso intensivo de agrotóxicos, el hallazgo pone en tensión dos realidades: por un lado, la necesidad de las comunidades ribereñas de acceder al pescado como fuente de proteína accesible; por otro, la amenaza de una contaminación silenciosa que puede convertir ese alimento en un riesgo para la salud.
Los investigadores concluyen que el caso del río Salado no es aislado, sino un reflejo de un problema estructural que atraviesa a la cuenca del Plata. Y advierten: sin medidas urgentes de control y protección, la subsistencia de las poblaciones costeras y la seguridad alimentaria de la región seguirán en juego, atrapadas entre el río y el modelo agroindustrial.

Investigaciones de larga data
“Este trabajo se enmarca en una línea de investigaciones que venimos desarrollando desde hace años sobre el río Salado. En un estudio anterior, junto a investigadores de otras universidades y del INTA, habíamos detectado más de 30 residuos de pesticidas en sus aguas. Y en 2022, nuestro grupo había detectado por primera vez la presencia de cócteles de plaguicidas en sábalos de la cuenca inferior, con concentraciones de herbicidas polares como glifosato y glufosinato consideradas entre las más altas a nivel mundial —mencionó Lajmanovich—. Ese trabajo sentó un precedente fundamental, porque evidenció que los peces de consumo humano ya estaban expuestos a múltiples agroquímicos al mismo tiempo”.
“El nuevo estudio que ahora difundimos da un paso más, ya que calcula el riesgo alimentario concreto que implica el consumo de estos peces para la población general y, especialmente, para las comunidades ribereñas —poblaciones vulnerables— que dependen de ellos como recurso de subsistencia —resaltó el investigador—. Los resultados son contundentes: el riesgo para la salud humana es significativo y demanda la revisión urgente de las políticas públicas en torno al uso de plaguicidas y la gestión de nuestros ríos”.

“En síntesis, lo que buscamos con esta investigación y con las que seguiremos haciendo es aportar evidencia sólida, revisada por pares, que pueda servir para proteger la integridad de los ecosistemas, su fauna silvestre y la salud de las poblaciones del litoral argentino bajo el paradigma de ‘una sola salud’ (One Health)”, cerró Lajmanovich.
Por Nicolás Loyarte para El Litoral