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San Jerónimo Norte: Justino y Lucrecia, hermosa historia de amor “para toda la vida”

Además de las novedades “del día” y el minuto a minuto de lo que va sucediendo en nuestra ciudad y alrededores, San Jerónimo Noticias decidió sumar un espacio para reconocer a quienes por diversos hechos marcaron un camino dejando enseñanzas.

Personas que “peinan canas” y merecen que los demás habitantes conozcan una apretada síntesis de lo que fue su vida.

La idea es que cualquiera pueda sumarse, con solo contactarse con nuestras redes o los integrantes de la Redacción contarán con espacio, porque este medio líder nació para reflejar la realidad siempre teniendo en cuenta que todos pueden ser protagonistas, que cada uno con su aporte enriquece el contenido y es parte de esta historia que escribimos a diario.

Dejan su huella  

Justino Walker y Lucrecia Sattler nacieron en el campo, más precisamente en la zona de Santa María Norte… Justino vivió con sus padres y 9 hermanos, Lucrecia con sus padres y 4 hermanas.

Se conocieron en la escuela, entre mirada va y mirada viene, al transcurrir el tiempo un día él tomó coraje y decidió invitarla a un baile de conscripto, la forma en la cual los jóvenes de esa época disfrutaban su último tiempo libre antes de ingresar al Ejército. Así empezó esta hermosa historia que se extiende hasta hoy.

A Justino le gustaba mucho la música y en especial los instrumentos de percusión, por eso era habitual que desde chico junto a sus hermanos cante y toque todo el día. Es más, los cuatro hermanos menores formaron el grupo musical folklórico Los Arrieros, con el cual participaron de muchos eventos y competiciones.

Cuando comenzaron a vivir en San Jerónimo Norte Lucrecia comenzó a trabajar en la fábrica Quelac y luego, gracias a sus contactos, también entró Justino.

Más de 60 años

En octubre de 1964 contrajeron matrimonio, tuvieron la bendición que los casó el Padre Ricardo Walker, primo de Justino, quien después de muchos años regresó a San Jerónimo Norte, conoció de cerca a la familia Walker – Sattler y compartió muchos domingos de asados.

Los dos protagonistas de esta apasionante historia de amor “mamaron” de sus antepasados el amor al trabajo, la unión familiar y el tener presente a Dios como eje fundamental.

Fueron activos participantes de la Parroquia en los distintos grupos, entre ellos Cursillos de Cristiandad, Encuentro de Matrimonios, Acción Católica y Ministro de la Eucaristía.

Tuvieron tres hijas, ambos dejaron de trabajar en la fábrica y Justino se dedicó a ser fletero y luego vendedor de muebles.

De a poco fueron construyendo un hospedaje, hubo épocas difíciles, pero nunca bajaron los brazos… Lo denominaron “Walker” y era atendido por ellos, aunque cuando se iban a pasear quedaban a cargo las hijas y también la mamá de Lucrecia, llamada Otilia.

Durante bastante tiempo era común que con amigos se trasladen en auto llevando muebles al norte y, de paso, todos aprovechaban el viaje para disfrutar de unas mini vacaciones.

Otra cuestión a la que le dedicaban bastante tiempo era al patio de su casa, donde siempre preparaban la quinta con variedad de verduras y después realizaban un exquisito dulce de higo.

Gracias al hospedaje comenzaron a conocer a los descendientes suizos, que estaban muy contentos al parar en ese lugar tan acogedor porque se sentían verdaderamente “como en su casa” y Justino y Lucrecia les hablaban en el dialecto valesano.

Viajaron dos veces a Suiza, país en el que tienen innumerables anécdotas con parientes y conocidos, la primera vez que fueron bailaron el “Pericón Nacional”.

Feliz presente

Hoy, ya jubilados, Justino disfruta de sus 86 primaveras y su esposa de 83, tienen 9 nietos y 3 biznietos. En noviembre de 2024 festejaron 60 años de casados con hermanos, cuñados, sobrinos, primos y muchos más.

Diariamente se levantan agradeciendo a Dios por todo lo vivido, participan de la misa dominical, disfrutan de cada fiesta que tiene lugar en nuestra ciudad, realizan las compras, cortan el césped, siembran en su huerta de toda la vida, toman mate y juegan al chinchón.

Por si algo les faltara para la felicidad plena, ¡los domingos comparten el asado para toda la familia!

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