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El joven de Las Colonias que triunfa en la elite del turf

Desde hoy compartiremos en este espacio entrevistas a fondo con diversos protagonistas nacidos en la ciudad que triunfan en el ambiente de los negocios, el deporte, la cultura y otros ámbitos.

También, en ciertos casos, servirá para recordar a quienes nos abandonaron, pero que dejaron un legado… Las notas serán publicadas periódicamente y fueron realizadas por el periodista esperancino Juan Manuel Sánchez, que hoy dirige un portal de noticias de alcance provincial, conduce un exitoso ciclo radial desde los micrófonos de LT9 y colabora habitualmente con este portal líder en cantidad de visitantes.

Las extensas charlas, de tono intimista y muy profundas, en algunos casos se concretaron durante estos días y otras pertenecen a su archivo, hechas ya hace tiempo y editadas en la edición papel de Edición Uno hace un puñado de años… En tiempo de inmediatez y de lluvia de información, vale la pena detenerse y disfrutar estos textos.

Brian Rodrigo Enrique, un brillante jockey esperancino

Las calles de nuestra ciudad atesoran innumerables historias de niños que detrás de un juego esconden sueños y pasiones. El barrio La Orilla tiene las propias y acuñó anhelos de un pequeño gigante que supo cuál sería su norte caminando al lado de su padre y con el acompañamiento de toda la familia.

De la mano de los caballos, Brian Enrique recorrió un camino que lo llevó a la meca del jockey argentino, donde hoy tiene nombre propio en las pistas de La Plata, Palermo y San Isidro.

No se olvida de sus raíces

La tarde del domingo en San Isidro respeta a rajatabla su cronograma de carreras, pero apenas le nombramos la capital de Las Colonias sus ojos se llenaron de lágrimas y lejos de las órdenes del juez de salida hace un alto a la espera de su próxima competencia y se aleja de su mundo para dialogar con este medio.

“Cuando me preguntan por Esperanza enseguida me emociono. Al perseguir los sueños hay que renunciar a innumerables cosas y cuesta mucho la distancia, se extraña a la familia, aunque cumplí el sueño de pasar mis días en San Isidro, La Plata o Palermo haciendo y viviendo de lo que me gusta.

Cada vez que paso por un momento emotivo siempre se me viene a la mente la tarde del 23 de marzo de 2008, cuando gané mi primera carrera. Fue una cuadrera en Nelson. Corría sobre Tubiana, una yegua que habíamos criado con mi hermano Micael y esas cosas son las que te mantienen vivo a la hora de ir por nuevos objetivos”, sostiene Brian, a quien el relator del Hipódromo de Palermo no duda en llamar el “fenomenal crack de Esperanza”.

Primeros galopes

“Todo comenzó de chico, no recuerdo un día sin un caballo al lado mío. Iba a la Escuela 319, de La Orilla. Disfrutaba mucho los recreos con mis amigos, pero lo que más quería era salir para ir con mi papá a cuidar los caballos.

Hice el secundario en la Gregoria Matorras, aunque crecía y más ganas tenía de estar con los caballos. Me levantaba temprano para antes de asistir a clases darles de comer, es difícil de explicar, pero ya eran mi pasión… Largué el estudio en tercer año y lo único que quería era estar con los caballos porque entendía que con ellos podía llegar a construir algo.

A los 14 años comencé a correr y ya en mi cabeza rondaba esa loca posibilidad de trabajar duro para alguna vez correr los grandes premios que miraba por televisión… Mientras tanto era común vernos en las clásicas cuadreras de Gálvez, Santo Tomé, Nelson y toda la zona.

A medida que fui corriendo y cuidando caballos me hice un poco más conocido, así a los 17 años se me dio la posibilidad de ir a Entre Ríos. Si bien las carreras seguían siendo cuadreras y estaba lejos del nivel profesional, era el camino correcto para seguir si quería subir escalones buscando la posibilidad algún día de llegar a Buenos Aires.

Mi primer trabajo fue en Sauce de Luna, cuidaba caballos en un predio y además corría. Estuve hasta los 19, que me fui a Chajarí, donde hay muchas estancias y es un lugar al cual miran bastante desde Buenos Aires.

De esta manera dejé las cuadreras y cumplía nuevos sueños al correr carreras de distancias largas, aparecieron los hipódromos oficiales y la chance de Capital Federal estaba cada vez más cerca, aunque tampoco sabía demasiado cómo hacer.

Mantenía un nivel alto de competencia, pero trabajaba para un señor que de golpe se quedó sin dinero para los caballos y debía cerrar. Por un momento pensé volver a Esperanza, aunque un amigo que me conocía bien y estaba en el ambiente me invitó a ir a San Isidro… Él me conseguía un stud para trabajar y la posibilidad de comenzar la carrera profesional, el sueño de convertirme en jockey estaba cerca.

No lo dudé y a los pocos días me instalé en Capital Federal, listo para cumplir mi meta que alimenté desde pibe en La Orilla”, cuenta el esperancino que se ganó un nombre en el competitivo mundo del turf argentino.

Ciudad de la furia

Los días del “Picante” Enrique transcurren entre La Plata, Palermo y San Isidro, escenarios por excelencia para nuestro jockey. “Llegué a Buenos Aires en 2015 con 20 años, de golpe estaba dentro de un monstruo como San Isidro para cuidar y galopar caballos, y a la vez estudiar para ser jockey profesional. Por una cuestión de edad no lo pude hacer en San Isidro, así que tuve que realizarlo en Tandil. Trabajaba de miércoles a domingos todo el día dentro del hipódromo y a la noche me preparaba para viajar, iba a Retiro, tomaba el colectivo, lunes y martes cursaba allá y luego volvía a San Isidro para continuar con mis tareas. Fueron varios meses hasta que cumplí el objetivo de obtener mi título de jockey profesional.

La primera etapa no resultó fácil, una cosa era estar en Esperanza con toda la familia o ir a Entre Ríos, donde las distancias eran más cortas y el ambiente más cercano a un pueblo, pero Buenos Aires y San Isidro son una locura. Me sentía perdido. Extrañaba mucho a la familia, de día no me quedaba tiempo ni para pensar, pero llegaba la noche, apagaba la luz y sentía un nudo en el estómago.

Por más sencillas que eran las cosas en La Orilla, quería estar allí con toda la familia, aunque por otro lado sabía que mi sueño de correr en las principales pistas del país estaba cerca y no debía bajar los brazos.

Era una lucha constante conmigo mismo y me ayudó que siempre tuve la gracia de dar con buena gente, que de a poco se fue soltando y comenzó a ayudarme… Además de cuidar caballos comencé a hacer trabajos de galope en la pista y cumplí con la primera etapa que era obligada para llegar a correr en Palermo, San Isidro o La Plata: competir en los hipódromos del Interior, así pasé por Azul, Tandil, Rosario o Las Flores en Santa Fe, donde asistió toda la familia, ese apoyo desde afuera me cambiaba la cabeza.

Trabajaba y dormía en el mismo stud de San Isidro, fue una etapa dura pero a la vez de mucho aprendizaje y estoy agradecido por todas las vivencias que pasé.

Después de cumplir la etapa de las carreras fuera de Capital Federal hay otra que es la de aprendiz, se llama así a los jockeys que por primera vez corren en La Plata, Palermo o San Isidro y necesitan una serie de carreras ganadas para ser profesional… El 20 de octubre de 2016 por primera vez salí a pista de manera oficial en uno de los principales hipódromos del país.

No hubo y jamás habrá palabras para describir esa sensación, fue algo que de chico soñaba… Es como cuando un jugador de fútbol hace un gol jugando para River o Boca, algo inolvidable que se guarda en el corazón y la mente para toda la vida.

Para lograr ser profesional como aprendiz tenés que ganar 120 carreras, yo conseguí esa meta en muy poco tiempo, en cinco meses y 26 días… Cumplí la meta en Palermo y si bien ese día me gradué de jockey, jamás la fama se me fue a la cabeza y lo único que hice después de bajar del caballo fue seguir trabajando para mantenerme de la mejor manera, creo que eso resultó fundamental para que en mis primeros dos años y algo como profesional gane 350 carreras”, cuenta emocionado.

Mucho por andar

Hijo de Mariano Ramón y Claudia, es el tercero de seis hermanos, además de papá de Martina. “Soy un agradecido porque en cada paso que di encontré a muy buenas personas que además de acompañarme quisieron lo mejor para mí.

Gracias a Dios las cosas siguen saliendo bien, atrás quedó aquella dura etapa de vivir dentro del hipódromo y hoy mi carrera me permite tener mi propio departamento en San Isidro.

A las seis de la mañana me pongo a trabajar y vuelvo a casa a las diez, desayuno y de acuerdo a las exigencias almuerzo o ya me preparo para ir a correr a la tarde, según el cronograma oficial lo hago en La Plata, Palermo o San Isidro.

Todo esto que me sucede es gracias a mi familia, si no fuese por ellos no estaría acá. Como dije, de entrada estaba perdido en Buenos Aires y lejos de todo, pero ellos me llamaban todos los días para darme aliento y ese apoyo me fortaleció para pelearla.

Hoy vivo en medio de un sueño, es algo impresionante, de golpe estoy corriendo, voy ganando y siento que el público grita “Picante”… Eso me infla el pecho y llena de emoción, parece que el corazón me va a explotar… Ganar una carrera en este tipo de hipódromos no tiene comparación, es algo maravilloso.

Siento que estoy jugando en las grandes ligas y no me avergüenza decirlo porque para llegar aquí trabajé muchísimo desde muy pibe. De todas maneras soy joven y tengo mucho por aprender.

Fuera de todo este mundo fascinante, siempre pienso en la posibilidad de volver a Esperanza. Allá está mi familia, pero también sé que tengo mucho para dar todavía. Siento que mi vida está repartida entre La Plata, San Isidro y Palermo, aunque soy consciente que el mundo mira a la Argentina a la hora de hablar de caballos y jockeys, por lo que no descarto el día de mañana pegar el salto y partir al exterior.

Estados Unidos y Emiratos Árabes son plazas fuertes y sería lindo tener una experiencia en esos lugares. Si la oferta fuese buena no lo pensaría demasiado… El tiempo lo dirá, por lo pronto todos los días me esfuerzo para rendir al máximo”, expresa el “Picante” Enrique, un silencioso esperancino nacido en La Orilla que ya se ganó un espacio grande en el especial mundo del turf argentino.

Fuente: Esperancino.com.ar

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