Con materiales reciclados, construyeron cuatriciclos, triciclos, carritos, algunos a tracción, otros con motor. Aplicaron matemática y aprendieron empatía.
Un profesor de Matemáticas de la Escuela de Enseñanza Técnica N° 399 “Gaston Gori”, de la ciudad de Recreo, se planteó cómo enseñar una de las materias más odiadas del secundario, de forma amigable y con alguna aplicación a la vida cotidiana. A partir de la reflexión sobre su práctica docente, surgió la idea de un proyecto bien concreto: la construcción de vehículos para trasladar a personas y/o animales con problemas motrices.
Por si fuera poco, el docente sumó un extra al desafío. Todo tenía que hacerse con materiales reciclados o reutilizables. Consiguió así que los estudiantes de 3er año C de la modalidad Electromecánica se involucraran en la actividad y expongan con orgullo el resultado de su estudio y su trabajo.
“Este año me dediqué con los estudiantes a buscar cómo podemos usar las matemáticas en nuestras vidas. Quería hacer algo innovador, distinto, que los incentive. Con esta propuesta, realmente pudieron no solamente crear, sino también innovar, ayudar a alguien, pensar en el otro, trabajar de forma cooperativa y utilizar -en paralelo- la materia para su avance como estudiantes”, contó Bruno Racca, profesor de Matemáticas de la escuela.
Una de las creaciones de los chicos, que se involucraron y pidieron ayuda a sus familias. Crédito: Gentileza
Entre rectas, paralelas, perpendiculares y secantes, los alumnos utilizaron escalas para poder realizar esos proyectos, debiendo resolver cálculos geométricos.
Los materiales que reciclaron para poder utilizar en los triciclos, tricicletas y carritos que construyeron, fueron desde bancos de la escuela que estaban inutilizados hasta partes de bicicletas viejas -algunas recuperadas de basurales a cielo abierto-, otras donadas por profesores o vecinos. También usaron sillones y sillas que no servían más, caños de distinto tipo tanto de agua como de gas, botellas, maderas, entre otros elementos que fueron consiguiendo los propios chicos.
“El proyecto consistía en construir los vehículos con cosas reciclables; no se podía comprar nada. El único ‘gasto’ que había era si tenían que soldar”, comentó Racca.
El proyecto consistía en construir los vehículos con cosas reciclables; no se podía comprar nada. Crédito: Gentileza
“Algo distinto”
El alumno Mauro Ferronato armó, junto a un compañero, una tricicleta destinada a personas con discapacidad que no puedan andar en bici. “Hicimos primero un croquis para empezar a armar el vehículo. Los hierros que usamos en la estructura de atrás nos regaló una señora de una mesa que ella tenía en el patio de atrás. Las ruedas traseras rodado 26 las tenía mi compañero en la bici de él y nos las prestó para hacer el proyecto. El cuadro nos regaló una vecina, y las cadenas y los piñones fueron donados por una bicicletería de Recreo”, contó el joven.
Cuando consiguieron todas las partes, empezaron a armar la tricicleta, a la que bautizaron con el nombre de XXG. “La experiencia que tuvimos fue buena porque hacer un proyecto entre dos fomenta el compañerismo”, dijo Mauro.
Para Antonella Astesiano, “la idea del profe estuvo buena porque fue fabricar algo útil desde la nada y que le pueda servir a alguien. Me gustó, fue algo nuevo, distinto, que no habíamos hecho anteriormente”. La chica armó junto a su compañera Agustina, y la ayuda de su papá, un triciclo a batería de 12 volt con materiales que había en la casa y no se ocupaban. “Usamos un sillón viejo del jardín, el manubrio de una bici, se armó un chasis con pedazos de caños y metales”, indicó.
Camila Rivero, en tanto, pensó en un vehículo para personas con poca movilidad en sus piernas. “Lo primero que hice fue buscar información, ya que nunca hice algo así. Después fue recolectar los materiales, como cuadros viejos, fierros, ruedas, cosas que me podían servir. Y empezamos con el armado, cosa que llevó bastante tiempo porque no quedaba como pensábamos: armábamos, desarmábamos y volvíamos a armar”, dijo la chica, a quién la ayudó su papá porque “a mí la amoladora me da miedo usarla”.
“Mi papá se volvió mi compañero, fue algo nuevo y me alegró muchísimo saber que con mi proyecto puedo ayudar a otras personas”, destacó la estudiante Camila.
Partes de bicicletas viejas, sillones y sillas que no servían más, caños de distinto tipo tanto de agua como de gas, botellas, maderas. Todo fue reutilizado para hacer los proyectos. Crédito: Gentileza
“Un desafío para ellos, para mí”
La idea era que pusieran en práctica las matemáticas y que pudieran ayudar a otros. “Los vehículos algunos eran para personas y otros para animales. Lo bueno es que los estudiantes utilizaron distintos tipos de mecanismos: algunos de tracción, otros de motor. Y se quedaron con las ganas de seguir remodelando sus creaciones, mejorando lo que no les quedó bien, ya que las hicieron en apenas tres semanas. En noviembre va a haber una exposición nuevamente y ellos van a tener la posibilidad de mejorar sus vehículos, si les parece que faltó algo”, remarcó el docente.
“Creo que los chicos sacaron una excelente experiencia porque es algo innovador para ellos como estudiantes. Y también para mí como profe lo es poder enfrentar este desafíos junto con ellos”, cerró Racca.
Por Mariela Goy / El Litoral