Cada martes en Rosario congrega a miles de personas que llegan desde distintos lugares en busca de un milagro, a quienes abraza y de quienes recoge sus pesares. Leda Bergonzi tiene 44 años, se trata de una mujer laica, con carismas de sanación y liberación -dones que de acuerdo al credo católico recibe una persona de parte de Dios-, y es la primera vez que da una nota periodística.
“Creo en este Dios que no es solamente una sensación, sino un Dios de mucha respuesta y presencia. Nunca fue un Dios ajeno, siempre estuvo cerca, fue tangible para mí”, empieza diciendo.
– ¿Cuándo comenzó la sensación de que podía hacer algo más?
– Siempre me sentí incapaz, pensaba que podían hacerlo aquellos que estaban cultivados, que esto se estudiaba, que se vivía desde otro lugar, pero mi anhelo y mi sed por él era muy grande.
– ¿Cómo vivió esa llegada, la transición y aceptación de esos dones?
– Tuve una adolescencia difícil y me tocó un momento de mi vida que dije “qué es lo que quiero, qué estoy buscando”, creo que casi todas las personas buscan un porvenir, pero cuando llegás a tenerlo, es ahí que descubrís que eso no te llena. Eso es lo que a mí me hizo ir un poquito más allá.
– ¿Qué es todo esto que se genera a su alrededor?
– Yo creo que todo esto es Dios, es el Espíritu Santo que puede entrar en cualquiera, pero no sin antes hacer una renuncia. Toda mi vida fue una renuncia constante, siento que a Dios nunca le bastó dejar de pedirme… Suelo decir “Señor, nunca te conformás”. Es un Dios que realmente apuesta en nosotros, un Espíritu Santo que necesita nuestras manos, nuestros pies, nuestra decisión. Sin una renuncia al mundo no podés seguir a Dios porque no tenés tiempo.
Ser instrumento de Dios es parte de lo que estoy viviendo y transitando por el tiempo que Dios disponga.
– ¿De qué manera enfrenta las demandas de tanta gente?
– Lo primero que quiero es que la gente entienda que nunca voy a poder curarla y que Dios sí puede cambiarle la realidad a partir del momento que ellos se dejen gobernar, guiar y acariciar. Inevitablemente Dios tiene algo para decirles y me toca hacer ese medio, me da la facultad para poder hacerlo.
– ¿Qué ve en la gente?
– Predomina buscar lo que yo quiero y no lo que Dios quiere de mí. En cierto tiempo de mi vida me di cuenta que le estaba preguntando mal o pidiéndole mal a Dios, sentía que el Señor me decía “no solamente que me pedís y te lo doy, sino que cuando te doy lo que me pedís seguís estando mal… Entonces por qué no preguntas qué es lo que quiero de vos y es ahí donde vas a encontrarte”.
– ¿Cómo explica la reconversión y la sanación a partir de la oración y de participar en el grupo que lidera?
– Es que yo creo en ese Dios que te transforma la vida en el momento, en un proceso de liberación y sanación interior, creo en un Dios que entra y construye lo que estaba destruido, esa es mi fe. Creo en un Dios inmensamente grande y voy a entregarle a todos este Dios que es creador de todo lo visible y lo invisible, que puede transformarlo todo en un instante.
Vemos gente entrar con un semblante y salir con otro, y a mí no me sorprende que Dios sane un tumor, yo he experimentado entrar a lugares donde la persona estaba postrada y al levantarme estaba de pie… Ese es mi Dios, al que yo sirvo, anhelo y al que estoy esperando.
Por ejemplo hay situaciones límites en las que los familiares llaman para darle el último consuelo a alguien… Nos lleguen videos o historias o todo el paso de Dios, es impresionante. Y esto es lo que aumenta el anhelo de seguir, no hay nada que te favorezca ni te reconforte más que saber que Dios nos abraza el alma.
No tengo miedo, no tengo dudas, sé que me protege, me cuida y también sé a dónde vamos. Esa es mi fortaleza.